La rabia y la ira enferman… ¡Tu cuerpo y alma la sufren!

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Por Caraota Digital 6 Min de Lectura
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Por María Laura García

Los efectos de estas emociones en el organismo no son nada saludables e implican riesgos diversos, y no se trata de no sentirlas, pero si de moderarlas o gerenciarlas al punto de no explotar y que esto, nos lleve dañar a otros de manera irreparable, quebrando por completo relaciones; o afectar nuestra salud seriamente por un pico emocional o por sostener esta mala vibra en el tiempo lo que sin duda trastoca el bienestar de nuestro organismo.

¿Qué producen estas emociones negativas dentro de ti?

La ira, la rabia, como bien sabemos, son sentimientos propios del ser humano, y que insisto no tienen que negarse o bloquearse, pero tampoco dejarnos segar … o darles rienda suelta porque originan una serie de reacciones complejas desde el punto de vista cognitivo, conductual y como ya les dije, orgánico.

Y mi intención hoy es enfocarme en la salud, es decir, en lo corporal. Cuando sentimos rabia el cuerpo se activa para la defensa ante lo que representa un ataque o agresión por lo cual se produce: un aumento del ritmo cardíaco, la respiración se acelera, los músculos se contraen y el flujo sanguíneo incrementa para poder responder a la amenaza. El problema radica cuando el estado de exaltación se prolonga o es recurrente, porque de esa forma se deteriora el equilibrio orgánico y se genera una predisposición a reaccionar y actuar agresivamente.

La ira enferma…

La ira aumenta desproporcionadamente la actividad del sistema simpático, que se encarga de liberar unas hormonas denominadas catecolaminas que se relacionan con el estrés. Dichas hormonas influyen directamente en el sistema cardiovascular ¿Cómo? Elevan la frecuencia cardíaca y la tensión arterial, razón por lo cual el iracundo(a) tiene mayor riesgo de formar trombos y a su vez de sufrir un infarto de miocardio.

El trabajo o esfuerzo que hace el organismo cuando siente rabia irracional es intenso, tanto que se da además un aumento en la tensión muscular y la secreción de adrenalina; por consiguiente sube la energía consumida y el cuerpo entra en un estado de lucha que, de sostenerse en el tiempo, implica la posibilidad de padecer diversas enfermedades cardiovasculares e incluso un ACV.

El punto es la frecuencia…

Estemos claros o no, es decir, sabiéndolo o no, seamos conscientes o no, las consecuencias negativas de nuestra reactividad permanente y desproporcionada, se pondrán se manifestarán en lo físico, tarde o temprano, ya que ese no control emocional nos hará proclives a sentir estrés, ansiedad y hasta depresión. Entiendase que, poco a poco surgirán cambios en nuestro estado anímico lo que nos envolverá en una vorágine emocional perversa y tóxica que modificará nuestra salud más amenazará nuestro bienestar.

Las emociones negativas no solo van desgastando progresivamente el organismo, siendo otro sistema diana el digestivo, pues somatizaremos a través úlceras y otros trastornos.

Que quede claro, la ira puede hacernos vulnerables a cualquier enfermedad porque además afecta el sistema inmune o aumentar los niveles de grasa en el organismo porque aumenta el cortisol circulante. Y si esto te parece poco, genera cambios en nuestra percepción del dolor e incrementa la inflación orgánica.

¿La rabia inflama?

Una mala gestión de la ira no sólo trastoca nuestras relaciones con los demás, sino que además incide para mal en los procesos de inflamación de nuestros órganos y cuando dicha inflamación se vuelve crónica aumenta la predisposición a desarrollar diversas patologías.

¿Qué hace tan dañina la inflamación?

Si bien, en principio la inflamación es una respuesta natural que nos protege ante una agresión externa (virus, bacterias, hongos, traumatismos, etc.) o interna (procesos autoinmunes) el asunto preocupante está cuando dicha inflamación se hace permanente por diversas razones: mala alimentación, emociones negativas, malos hábitos, mala calidad de sueño, etc.; lo que genera enfermedad. Y esa enfermedad da lugar a más inflamación, lo que nos convierte en “bombas de tiempo”.

Existen dos tipos de inflamación una “aguda”, que es benigna, porque es fisiológica y es una repuesta, con un principio y un final, ante los agresores externos que les mencioné. Pero, existe la “crónica”, que es la que se deriva de un estilo desordenado de vida tanto físico como mental que cité someramente en el párrafo anterior; y que, tarde o temprano, acabará con nuestra salud.

Cito textualmente algo que leí: _” Durante el proceso inflamatorio las células del sistema inmune: macrófagos, mastocitos, entre otros, liberan una serie de mediadores, siendo las citoquinas los más importantes, que generan cambios hemodinámicos, de alteración de la permeabilidad vascular y leucocitarios, que permiten, en última instancia, la eliminación del agente del agente patógeno o agresor, la reparación de los tejidos y restablecer la homeostasis”. Por tanto, la inflamación nuestro silencioso y peor enemigo” (Dr. Ignacio Umbert).

Entonces, tu decides si moderar tu enojo o ir iracundo por la vida, dañándote a ti y a otros.

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